Sobre el final de agosto (uno de los meses que en el inconsciente justamente parece interminable), se cumplirán 11 años de un partido aleccionador para Atlético. Y si hubo una lección, como suele suceder en el fútbol y como dicen muchos de sus entendidos, seguramente no provino de un triunfo. Este justamente es el caso ya que hablamos de una derrota que en su momento fue dura, pero con el tiempo le sirvió no sólo a ese equipo sino al club para su estadía en Primera, que ya lleva cinco años ininterrumpidos (y se estirará, por lo menos, dos años más).
Hablamos del 2-4 ante Independiente que el “Decano” padeció ese domingo 30 de agosto. El calor de aquella tarde no era propio de agosto, sino más bien de octubre o de noviembre. Esa temperatura inadecuada para la época era un poco el resumen del equipo de Héctor Rivoira en ese entonces: destemplado en un clima al que todavía no se terminaba de adaptar: la Primera. Después del ascenso conseguido desde la B Nacional en la temporada anterior, a Atlético le tocó el peor fixture. Curiosamente, el que le solía tocar a los equipos recién llegados. Tres equipos grandes en las cuatro primeras fechas. Venía de perder en el debut con San Lorenzo e intentaba levantarse ante el “Rojo”. En la cuarta fecha, recibiría a Boca. Esta organización un poco cruel era la primera enseñanza de esta lección: si quería sobrevivir en Primera, había que aprender a convivir con cierta injusticia. Al menos hasta ganarse un nombre. El famoso derecho de piso.
El 1-0 de César Montiglio (¡de zurda!) puso a Atlético en el cielo. Su expulsión por intentar simular una falta lo devolvió a la tierra. El penal atajado por Lucas Ischuk lo volvió a elevar, pero segundos después, Darío Gandín capturó su propio rebote y de regreso a la tierra. Lo vertiginoso del fútbol en la máxima categoría de nuestro país, era la segunda enseñanza para un equipo que no jugaba en Primera desde hacía décadas. Acoplarse a ese ritmo y empezar a pensar en proponer un ritmo propio para no ser víctima del famoso golpe por golpe, era algo que tardaría en aprender. Desde luego, no es fácil.
Si el gol de Gandín lo devolvió del cielo a la tierra, el gol de Patricio Rodríguez y la expulsión de Fabio Escobar en escasos minutos, lo llevaron directamente al infierno.
Atlético se quedaba abajo en el marcador y con dos jugadores menos. En minutos se quedaría también sin su técnico en el campo porque el “Chulo” saltaría al campo para recriminarle todos los fallos al árbitro en cuestión, Diego Abal (foto), que cometió errores importantes esa tarde. “Nos estafaron, el fútbol de hoy me da asco. Estoy cansado de que nos perjudiquen”, declaró en su momento el entrenador que también recriminó a la AFA lo sucedido en la fecha 1, ante el “Ciclón” (no le sancionaron un claro penal). Analizándolo fríamente, Atlético había sido perjudicado (el primer penal ante el “Rojo” fue una mano involuntaria de Diego Erroz) pero aquí estaba otra arista de la lección: saber elegir las batallas. Atlético, como club y como equipo dentro de una cancha, sabía que -como recién llegado- no iba a obtener todos los fallos correctos y menos a su favor. Con Mario Leito a la cabeza desde entonces, el club aprendió a pelear cuando había que pelear. El ejemplo más claro es el duelo dirigencial para entrar a la Copa Libertadores 2016 ante el mismo rival de esa tarde de agosto. El “Decano” se hizo respetar y jugó su historia primera competencia internacional.
Ahora volvamos a 2009. Con dos menos y 1-2 abajo, el equipo logró empatarlo con un golazo de Luis Rodríguez (eludió al arquero luego de un pase de David Drocco y definió con muy poco ángulo). Vaya si no enseñó esto que el equipo sería siempre capaz de levantarse luego de un tropezón.
Los dos goles de Independiente que llegarían después sentenciarían la derrota. Quizás la más aleccionadora de esa temporada en Primera por todos sus condimentos y matices. 10 años después, Atlético volvió a hacer un gol jugando con dos hombres menos: fue ante Talleres en Córdoba por la Copa de la Superliga. Sirvió para achicar la derrota (era de 1-3 y pasó a ser de 2-3) pero en una eliminatoria y con la regla del gol de visitante era casi como una victoria. Una derrota a la que Atlético se aferró y luego capitalizó en Tucumán. Una prueba de que la lección había sido aprendida. Esa y varias otras más.
El pase de Díaz
Las negociaciones entre Atlético y Estudiantes por el pase de Leandro Díaz están avanzadas según los propios dirigentes pero aún no se concretó nada. Entre hoy y mañana confirmarían si se queda o se va.